INTRODUCCIÓN
En el presente trabajo nos interrogamos por el estatuto del discurso lacaniano y planteamos algunas consideraciones en torno al problema de autor en Lacan. El mismo es parte de otro mayor que pretendió analizar el tejido intertextual e interdiscursivo que atraviesa el mencionado proceso productivo desde el momento en que consideramos que las formaciones discursivas[1] de una episteme[2] –como el psicoanálisis y el mismo lacanismo – suponen posiciones de sujetos, objetos de discurso, que se configuran por el orden del discurso como red de condiciones de posibilidad, de emergencia y de existencia (Foucault, 2002b).
Desde este lugar hemos tomado los planteos veronianos y foucaultianos para ver cómo ubicar a Lacan en torno a los fundadores de discursividad, los “tiempos lacanianos”, la cuestión del autor y de la obra.
El proceso productivo y la cuestión de los “tiempos” en Lacan
Como toda producción discursiva, la lacaniana no tiene la unidad de un acontecimiento, ésta se constituye como un proceso y no un acto singular. El discurso lacaniano tiene la forma de un tejido intertextual, a partir del cual se han ido generando nuevos tipos de tejidos entre relaciones intertextuales y discursivas y diferentes procesos de recepción. En términos de Verón (1998), no podríamos describir el proceso de producción del discurso lacaniano, si no es en relación con un conjunto de hipótesis acerca de elementos extra-textuales e interdiscursivos y a sus condiciones de producción, y una significativa parte de las condiciones de producción del conjunto textual lacaniano consiste en otros textos, ya producidos (Verón, 1998). Esta intertextualidad (Angenot, 1998; Gennette, 1989), es la que nos permite observar en Lacan un modo particular de aproximación a los textos y a los discursos, que le es propio.
Así, por ejemplo, si bien encontramos que Lacan no ha sido ni metódico ni minucioso a la hora de trabajar otros textos, vemos cómo toda su producción se destaca por haber sabido “sacar provecho” (Rifflet-Lamaire, 1971) de diferentes discursos teóricos y disciplinares que le ha otorgado un particular efecto de sentido. Este estilo le ha valido a Lacan ciertas críticas a las cuales él ha respondido de maneras como esta:
“[...] como ven, sé rendir homenaje a mis autores cuando encuentro en ellos un hallazgo, se los atribuyo; se los atribuyo así, y también podría no hacerlo... En otro tiempo hablé de metáfora y de metonimia y todos se pusieron a gritar bien fuerte con el pretexto de que yo no dije de inmediato que se lo debía a Jakobson. Como si no debiera saberlo todo el mundo” (Lacan, 1973-74: clase 15)
Cuando hablamos de efectos de sentido, nos referimos a las condiciones de reconocimiento de este conjunto significante lacaniano. Para Verón (1984) las condiciones de reconocimiento no son las mismas que las condiciones de producción, y en ese sentido, tampoco sería posible estudiar el proceso de producción de sentido del discurso lacaniano si no es considerando además, las condiciones de circulación y reconocimiento que lo significan. Incluso, y en la medida en que otros textos y discursos implícitos formaron parte de las condiciones de producción de este conjunto textual lacaniano, este proceso de producción es, en sí mismo, un fenómeno de reconocimiento (Verón, 1998).
Esta distinción y distancia entre producción y reconocimiento es la que nos permite abordar la historia social de los textos lacanianos, es decir, “[...] el conjunto de relaciones (sistemáticas pero cambiantes) que definen la distancia entre las condiciones (sociales) bajo las cuales se ha producido un texto y las condiciones (que se ‘desplazan’, si así puede decirse, a lo largo del tiempo histórico) bajo las cuales este texto es ‘reconocido’ [...]” (Verón, 1984: 18).
Miller (1997) señala que en la época en que Lacan producía uno o dos textos por año, por el año 1964, nadie los había leído. Fue necesario el interés de los jóvenes filósofos que estaban con él para constituir los “Escritos” como una producción igual de interesante para ellos, como las de Spinoza o Kant. Como señala Foucault (2002b) los discursos son prácticas discontinuas que se cruzan, se yuxtaponen pero que, a veces, también se ignoran o se excluyen.
En el orden de la producción social de conocimientos, la distancia entre ésta y el proceso de reconocimiento, puede ser de decenas de años. De este modo, por un lado, podemos reconstruir una gramática para dar cuenta de sus condiciones de producción pero, por el otro, existirán siempre una serie de gramáticas de reconocimiento asociadas a diferentes momentos históricos en los cuales un texto ha producido efectos y que son visibles bajo la forma de otros textos con respecto a los cuales el primero fue, a su vez, una condición de producción. El proceso productivo de Lacan ha sufrido muchos cambios. Podemos decir que éste se presenta articulado cada diez años, etapas en las cuales se puede analizar, como se dijo, sus condiciones de producción en cuanto a sus condiciones teóricas, sociales, políticas, así como biográficas. En ese sentido, vemos cómo el primer Lacan fue condición de producción del segundo y del tercero.
Sin embargo, y en función a lo antedicho, con respecto a las diferentes etapas de la producción de Lacan, resulta pertinente señalar el planteo de Verón (1998) para quien existe un mito ligado al modelo biográfico que reaparece con una regularidad que inspira todo tipo de discusiones epistemológicas sobre la cuestión del pensamiento “verdadero” y la “teoría auténtica” de un fundador de discursividad. Así, para Verón, se ha opuesto el “joven Marx” al “Marx de la madurez” o el intento por olvidar (infructuosamente) o excusar por razones “históricas” al Freud positivista, cientificista y mecanicista como si éste no hubiera sido el descubridor del inconsciente.
En ese sentido, desde cierto discurso universitario respecto de los “grandes maestros“ existe una propensión a pensarlos a partir de un ordenamiento en fases. El Lacan fenomenológicamente hegeliano de la década del 1950, el Lacan estructuralista y el Lacan de la “lógica de lo real”. Para Zizek (1998) estos ordenamientos tienen un efecto tranquilizador, el pensamiento se vuelve más transparente, a partir de la clasificación, pero en esto, plantea, hay una pérdida y ésta es crucial, “es el encuentro con lo Real”. Así, para Zizek, lo que podemos pensar como diversas fases de una producción, en realidad son múltiples intentos de captar, de rodear la “cosa del pensamiento”, que constantemente se aborda, pero que “incesantemente vuelve” (Zizek, 1998: 140).
De este modo, si bien la producción de Lacan, ha sido dividida por muchos autores en tres grandes períodos de producción (Laurent, 1995; Milner, 2003; Miller, 2000) es importante destacar que no necesariamente se debe ubicar la producción lacaniana en compartimentos estancos. Por el contrario, es posible demostrar que, en realidad, no hay “un primer ni un último Lacan”, aunque esto sirva para ubicarlo según su producción de conocimientos; lo que hay es un proceso discursivo en Lacan donde existe una multitud heterogénea de huellas de procedencia diversa, que dan lugar a su discurso. Desde este lugar, por ejemplo, su recuperación del signo peirceano no es más que una parte de un proceso de producción en donde nada desaparece. Por el contrario, Lacan, en permanente trabajo productivo, se contrapone a sí mismo, de una manera que puede explicarse topológicamente a partir de la cinta de Moebius[3], transformándose, como dijimos, sus primeras producciones, en condiciones de producción de las subsiguientes.
Así, cuando se pretende leer a Lacan debemos situarnos en la pregunta: ¿Por qué dice eso en ese momento? Se trata entonces, de interpretar y situar lo dicho y su significación en un contexto y una episteme y no en función de un estudio histórico cronológico de su discurso.
Por ello, decimos que no hay una única lectura de tal pasaje o tal frase de Lacan. Por el contrario, ellas pueden tomar nuevos sentidos con el correr del tiempo. Esto es lo que Lacan dice de sus matemas, y es que estos permiten mil y una lecturas diferentes. (Miller, 1998), es decir, el sentido, nunca es único, ni unidireccional, en tanto es capaz de diversos efectos.
Finalmente, en palabras de Miller: “[...] la enseñanza de Lacan no es un dogmatismo que debe ser leída como una investigación continua y lógica y que al encontrar dificultades debemos cambiar algunas referencias y a través de esto producir efectos de sentido. Nadie puede descansar después de comprender lo que es el objeto a. Se ha de construir una respuesta y dar sus coordenadas”. (Miller, 1998: 95)
Estatuto de los textos, el problema del “autor” y sus consecuencias para un corpus del discurso lacaniano
Todo discurso es un acontecimiento que construye aquello de lo que habla, enfocarlo de esta manera permite identificar los enunciados como acontecimientos discursivos y no como el resultado de condiciones psicológicas, ni como simples configuraciones lingüísticas (Foucault, 2002b).
En este sentido, hay una especie de nivelación entre los discursos: los discursos que “se dicen” en el curso de los días y de las conversaciones, y que desaparecen con el acto mismo que los ha pronunciado; y los discursos que están en el origen de cierto numero de actos nuevos de palabras que los reanudan, los transforman o hablan de ello, es decir, discursos que, “mas allá de su formulación, son dichos, permanecen dichos, y están todavía por decir” (Foucault, 2002b: 26).
La producción lacaniana comprende una serie de textos que abarcan varios artículos, escritos institucionales, notas, intervenciones y otros desarrollos de variada procedencia, además de la transcripción de sus seminarios, que demuestran lo que Foucault (2002a) plantea respecto a la “obra” como operación crítica, pues no hay de antemano, excepto por estas arbitrarias operaciones, una obra y un autor, sino intertextualidades e interdiscursividades que la constituyen. En efecto, el conjunto textual lacaniano presenta y exhibe la dificultad planteada por Foucault en cuanto a la imposibilidad de definir una obra (Foucault, 1998). En ese sentido, por ejemplo, los textos publicados han sido, en general, disertaciones o clases, incluso muchas de éstas han sido publicadas después de su muerte y aún existen bastantes, sin publicar. Es el caso de los seminarios que Lacan dictaba cada año a lo largo de veintisiete, habiéndose publicado hasta el momento sólo algunos. Sin embargo, ese carácter vacilante de la obra, que supone cierto número de elecciones no impide que podamos realizar operaciones de análisis y que podamos diferenciar un autor de otro (Foucault, 2002a).
Es por ello, que este conjunto de textos le otorgan a Lacan, en términos foucaultianos (1998), el estatuto de “autor”, en tanto principio de agrupación discursiva, unidad y origen de sus significaciones. Así, Lacan al escribir, al disertar, dar clase en sus seminarios o expresarse en reportajes, lo escrito y lo no escrito (escritos por otros, en versiones estenográficas), ha dado lugar a lo que, a partir de una operación crítica, se reconoce como su “obra”, y es este conjunto textual, que circula en términos de discurso, que ha adquirido la legitimidad que le confiere el ser material de estudio y formación de generaciones de analistas, pese a las controversias que se han suscitado en torno a quien fuera elegido por Lacan como único responsable de la edición de sus comunicaciones orales, es decir, J.A. Miller.
Lacan, ¿fundador de discursividad?
Ahora bien, surge aquí la pregunta de si es posible, considerar a Lacan un fundador de discursividad, teniendo en cuenta la existencia previa de la formación discursiva psicoanalítica a partir de su iniciador, Sigmund Freud.
Foucault sostiene que en el siglo XIX, Europa produjo un tipo de autor particular que no debe ser confundido con los "grandes" autores literarios, o los autores de textos religiosos canónicos y los fundadores de las ciencias. Este tipo de autores pueden ser llamados "fundadores de discursividad" (Foucault, 1998:53)
La particularidad de estos autores es que produjeron no sólo su propia obra, sino también la posibilidad y las reglas de formación de otros textos. Es el caso de Freud o Marx, quienes establecieron una “posibilidad indefinida de discurso” (Foucault, 1998:53).
De este modo, autores como los mencionados, en tanto "instauradores de discursividad", no sólo hicieron posible determinada cantidad de analogías que podrán ser adoptadas por textos futuros, sino que también, hicieron posible un cierto número de diferencias. Es decir, posibilitaron un espacio para la introducción de elementos ajenos a ellos, que, a su vez, permanecen dentro del campo del discurso que ellos iniciaron.
“Decir que Freud fundó el psicoanálisis no quiere decir (no quiere simplemente decir) que volvemos a hallar el concepto de libido, o la técnica de análisis de los sueños en Abraham o Melanie Klein, quiere decir que Freud hizo posibles un determinado número de diferencias con relación a sus textos, a sus conceptos, a sus hipótesis que dependen todas ellas del mismo discurso psicoanalítico. (Foucault, 1998:54)
Foucault también sostiene que, a nivel superficial, la iniciación de prácticas discursivas podría ser parecida a la fundación de cualquier empresa científica, aunque existe una diferencia fundamental y es que en un programa científico, el acto fundacional es tan importante como sus futuras transformaciones. En el desarrollo futuro de una ciencia, el acto fundacional no es más que una única instancia de un fenómeno más general.
Por su parte, la iniciación de una práctica discursiva es heterogénea con respecto a sus transformaciones posteriores. En este sentido, la práctica psicoanalítica y sus postulados teóricos tal como fuera iniciada por Lacan, han sufrido modificaciones pero esto no implica que se trate de afirmaciones falsas. Por el contrario, se trata de grupos de proposiciones o afirmaciones a las que se les reconoce un valor inaugural y que revelan otros conceptos o teorías como derivados. Son afirmaciones consideradas inesenciales o "prehistóricas", por estar asociadas con otros discursos, y muchas veces terminan siendo simplemente ignoradas en favor de los aspectos más pertinentes de su producción. Esto es, a nuestro entender, lo que sucede con el discurso de Lacan quien teniendo entre sus condiciones de posibilidad a varios otros discursos, le imprime al suyo un determinado número de signos propios (Foucault, 1998) que lo referencian y diferencian, pese a que a lo largo de su producción haya ido reformulando sus postulados.
De este modo, la instauración discursiva, a diferencia de la fundación de una ciencia, eclipsa y está desligada de sus desarrollos y transformaciones posteriores, “permanece necesariamente detrás o en suspenso” (Foucault, 1998: 56).
Para Verón (1998), si bien algunos textos, poseen una función fundadora para una determinada discursividad, y esta discursividad responde a una regulación inconsciente de producir determinados discursos, ya que habría elementos en los mismos que dan cuenta de una relación particular con el mundo, no existe un verdadero rostro de un fundador para una determinada discursividad, este supuesto rostro que se encontraría en algún lugar de su obra, no sería más que una reducción a un solo aspecto o momento de la vida de ese sujeto. Esto es porque la noción de fundación pertenece a un proceso productivo que atraviesa los sujetos de la historia. Por ello, para Verón, en realidad, una fundación no tendría fundador, ya que el o los sujetos concretos históricos que allí intervienen, son atravesados por el tejido intertextual que tiene la forma de un tejido extremadamente complejo de conjuntos discursivos múltiples, en el que se sumerge el sujeto enunciador del texto de fundación y que en definitiva, no es más que un sujeto que re- conoce.
Estos procesos de fundación tienen que ver con procesos recurrentes en el interior de una práctica de producción de conocimientos. El legitimar su especificidad implica buscarla en la economía de las relaciones de producción y reconocimiento. En ese sentido, la localización histórica de una fundación es un producto del proceso de reconocimiento. Este reconocimiento es siempre la identificación de un cierto texto o conjunto de textos, para reconocer que es allí donde se produjo algo. De aquí se derivan tres supuestos: la fundación es pasible de ser fechada, puede ser situada en un lugar preciso (un texto) en el que se identifica un descubrimiento o la producción de un concepto nuevo y puede ser ligada a un sujeto o autor (Verón,1998).
Continuando con Verón, podríamos considerar cierto conjunto de textos freudianos[4] como la primera fundación del psicoanálisis, que es, a su vez, condición de producción del discurso lacaniano. Por ello, decimos que este discurso es impensable sin el discurso fundador de Freud y, es desde este lugar, que las condiciones de producción del discurso lacaniano han funcionado como efecto de reconocimiento de esta fundación. Sin embargo, también es posible reconocer ciertos textos como fundadores de la discursividad lacaniana, textos de fundación que ocupan una posición particular dentro de la red de este discurso.
En este sentido, la hipótesis de Verón es que los textos de fundación ocupan una posición particular en el interior de una red interdiscursiva. Esta posición está caracterizada por una distancia máxima entre la producción y el reconocimiento. Esta distancia concierne a la relación existente entre las relaciones de producción y determinado texto de referencia y las de reconocimiento y ese texto.
De este modo, “Función y Campo de la Palabra y el Lenguaje” (1953) reuniría las características de ser un texto cuya relación entre su relación con las condiciones de producción y su relación con las condiciones de reconocimiento, presenta, al decir de Verón (1998), un desajuste máximo, por lo tanto podemos reconocerle un estatuto, un lugar de fundación. Esta relación no concierne a la relación de ese discurso con los discursos que formaron parte de sus condiciones de producción, sino que concierne a la relación entre las relaciones y ha producido a posteriori un efecto de reconocimiento.
Así, Lacan en ocasión de la reedición de sus Escritos en 1966, en una pequeña introducción titulada “Del sujeto por fin cuestionado” reconoce a su artículo “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis” como el momento en que comienza su “enseñanza”[5]. Esto para Lacan, marca el inicio de la misma, que no es con relación a la lingüística ni al estructuralismo sino, como señala Miller (1997), a la consideración del sujeto.
Por ello, podemos decir que la publicación de sus Escritos, no constituye una simple recopilación de artículos, sino una escritura en el sentido de una inscripción original. Esta inscripción en palabras de Elizabeth Roudinesco (2004), toma para Lacan el “aspecto de un acontecimiento fundador”.
A modo de conclusión
Asumir el discurso de Lacan como proceso, permite definir la posición en la que deberíamos ubicarnos para el análisis del mismo. Desde allí es posible operar para reconocer y hacer evidentes las condiciones productivas en torno al mismo, sus formas de decibilidad, sus dominios discursivos, sus vinculaciones con otros dominios y cómo se apropia Lacan de aquellos enunciados y conceptos que devinieron en sus proposiciones.
En ese sentido, hemos planteado como importante no reducir las condiciones de posibilidad de este discurso a meros aspectos biográficos en tanto y en cuanto adherimos a la idea de no considerar a éstos como un nivel pertinente a un análisis de las condiciones productivas de un discurso. Para ello, rescatamos la posición expresa de Verón quien deja en claro que habiendo varios tipos de análisis, cada uno de los cuales configura qué es lo pertinente de ser analizado; el sujeto, en sentido particular, no lo es a un análisis de condiciones de producción. Esta posición resulta compatible con la de Foucault, para quien las formaciones discursivas de una episteme –como el psicoanálisis– suponen posiciones de sujetos y objetos de discurso, que se configuran por el orden del discurso como red de condiciones de posibilidad, de emergencia y de existencia.
Por ello en este trabajo aparece una cuestión a problematizar y es la referida a considerar, o no, el discurso lacaniano como discurso fundador, y en ese sentido, fue imposible desconocer el retorno emprendido por Lacan a Freud. No obstante, creemos que este retorno, lejos de ser una re-fundación, que implicaría la recuperación de algo olvidado o incluso desvirtuado (por ejemplo, las escuelas post-freudianas), no invalida reconocer este discurso como fundador de discursividad. Decimos esto y en términos foucaultianos, desde el momento en que dicho discurso hizo posible determinada cantidad de analogías que son adoptadas por otros discursos, en términos de reconocimiento y recuperación, pero además, un cierto número de diferencias.
Por otro lado, es este discurso que ha posibilitado un espacio para la introducción de elementos ajenos al mismo que, a su vez, permanecen dentro del campo discursivo que ellos iniciaron como, por ejemplo, las nociones y conceptos provenientes de la lingüística, la filosofía, la semiótica, la matemática, etc.
A su vez, hemos reconocido un determinado texto con función fundadora para la discursividad lacaniana, en tanto se considera, en términos de Verón, que es allí donde se produjo algo. Este texto “Función y Campo de la Palabra y el Lenguaje” (1953) que como dice Verón, puede ser fechado, situado y ligado a su autor, es el que el mismo Lacan reconoce como el texto a partir del cual “comienza su enseñanza”.
Planteamos también, un Lacan que se supera a si mismo, sin por ello suponer que una producción destierra a la otra. Por el contrario, sostenemos la idea de que muchas de las elaboraciones más avanzadas ya estaban presentes como esbozos en los primeros momentos, como así también, elaboraciones que Lacan jamás abandonará.
De este modo, concluimos que si bien la producción de Lacan, ha sido dividida por muchos autores en tres grandes periodos, no necesariamente debemos ubicar la producción lacaniana en compartimentos estancos o tiempos, por el contrario, es posible demostrar que, en realidad, no hay “un primer ni un último Lacan”, aunque este recurso pueda servir para ubicarlo históricamente, según su producción de conocimientos. En cualquier caso, lo que sí encontramos es un Lacan como condición de producción de una discursividad que lleva su nombre.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
1. Angenot, M., (1998) Interdiscursividades. De hegemonías y disidencias, Córdoba, Editorial Universidad Nacional de Córdoba.
2. Evans, D., (1997) Diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano, Buenos Aires, Paidós.
3. Foucault, M., (1998) “¿Qué es un autor?”. En Litoral, 1998, n° 25/26, Edelp, Córdoba.
4. Foucault, M., (2002a) La arqueología del saber, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores.
5. Foucault, M., (2002b) El orden del discurso, Barcelona, Fábula Tusquets Editores.
6. Genette, G., (1989) Palimpsestos. La literatura en segundo grado, Madrid, Taurus
7. Lacan, J., (1973-74) Seminario 21 “Los desengañados se engañan o los nombres del padre”, inédito (Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires por Irene M. Agoff de Ramos. Revisión Técnica: Evaristo Ramos).
8. Lacan, J., (1988 [1953]), “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” en Escritos 1, Buenos Aires, Siglo veintiuno editores.
9. Laurent, E., (1995) Estabilizaciones en las psicosis, Buenos Aires, Manantial.
10. Miller, J.A., (1997) Introducción al método psicoanalítico, Buenos Aires, Paidós.
11. Miller, J.A., (2000) El lenguaje, aparato del goce, Buenos Aires, Colección Diva.
12. Milner, J.C., (2003) El periplo estructural. Figuras y paradigmas, Buenos Aires, Amorrortu editores.
13. Miller, J.A., (1998) Los signos del goce, Buenos Aires, Paidós.
14. Rifflet-Lemaire, A., (1971) Lacan, Barcelona, Edhasa.
15. Roudinesco, E.,(2004) Lacan. Esbozo de una vida, historia de un sistema de pensamiento, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
16. Verón, E. (1998) La semiosis social, fragmentos de una teoría de la discursividad, Barcelona, Editorial Gedisa.
17. Verón, E (1984) “Semiosis de lo ideológico y del poder”. En Espacios, 1984, n° 1
18. ZIZEK, S., (1998) Porqué no saben lo que hacen. El goce como un factor político. Buenos Aires, Paidós.
Mariana Gómez
Mgter. en Sociosemiótica
Dra. en Semiótica
Becaria Secyt UNC
Prof. Adjunta e investigadora de la Facultad de Psicología de la UNC
Miembro del Centro de Investigaciones y Estudios Clínicos CIEC. Instituto del Campo Freudiano.
margo@ffyh.unc.edu.ar
En el presente trabajo nos interrogamos por el estatuto del discurso lacaniano y planteamos algunas consideraciones en torno al problema de autor en Lacan. El mismo es parte de otro mayor que pretendió analizar el tejido intertextual e interdiscursivo que atraviesa el mencionado proceso productivo desde el momento en que consideramos que las formaciones discursivas[1] de una episteme[2] –como el psicoanálisis y el mismo lacanismo – suponen posiciones de sujetos, objetos de discurso, que se configuran por el orden del discurso como red de condiciones de posibilidad, de emergencia y de existencia (Foucault, 2002b).
Desde este lugar hemos tomado los planteos veronianos y foucaultianos para ver cómo ubicar a Lacan en torno a los fundadores de discursividad, los “tiempos lacanianos”, la cuestión del autor y de la obra.
El proceso productivo y la cuestión de los “tiempos” en Lacan
Como toda producción discursiva, la lacaniana no tiene la unidad de un acontecimiento, ésta se constituye como un proceso y no un acto singular. El discurso lacaniano tiene la forma de un tejido intertextual, a partir del cual se han ido generando nuevos tipos de tejidos entre relaciones intertextuales y discursivas y diferentes procesos de recepción. En términos de Verón (1998), no podríamos describir el proceso de producción del discurso lacaniano, si no es en relación con un conjunto de hipótesis acerca de elementos extra-textuales e interdiscursivos y a sus condiciones de producción, y una significativa parte de las condiciones de producción del conjunto textual lacaniano consiste en otros textos, ya producidos (Verón, 1998). Esta intertextualidad (Angenot, 1998; Gennette, 1989), es la que nos permite observar en Lacan un modo particular de aproximación a los textos y a los discursos, que le es propio.
Así, por ejemplo, si bien encontramos que Lacan no ha sido ni metódico ni minucioso a la hora de trabajar otros textos, vemos cómo toda su producción se destaca por haber sabido “sacar provecho” (Rifflet-Lamaire, 1971) de diferentes discursos teóricos y disciplinares que le ha otorgado un particular efecto de sentido. Este estilo le ha valido a Lacan ciertas críticas a las cuales él ha respondido de maneras como esta:
“[...] como ven, sé rendir homenaje a mis autores cuando encuentro en ellos un hallazgo, se los atribuyo; se los atribuyo así, y también podría no hacerlo... En otro tiempo hablé de metáfora y de metonimia y todos se pusieron a gritar bien fuerte con el pretexto de que yo no dije de inmediato que se lo debía a Jakobson. Como si no debiera saberlo todo el mundo” (Lacan, 1973-74: clase 15)
Cuando hablamos de efectos de sentido, nos referimos a las condiciones de reconocimiento de este conjunto significante lacaniano. Para Verón (1984) las condiciones de reconocimiento no son las mismas que las condiciones de producción, y en ese sentido, tampoco sería posible estudiar el proceso de producción de sentido del discurso lacaniano si no es considerando además, las condiciones de circulación y reconocimiento que lo significan. Incluso, y en la medida en que otros textos y discursos implícitos formaron parte de las condiciones de producción de este conjunto textual lacaniano, este proceso de producción es, en sí mismo, un fenómeno de reconocimiento (Verón, 1998).
Esta distinción y distancia entre producción y reconocimiento es la que nos permite abordar la historia social de los textos lacanianos, es decir, “[...] el conjunto de relaciones (sistemáticas pero cambiantes) que definen la distancia entre las condiciones (sociales) bajo las cuales se ha producido un texto y las condiciones (que se ‘desplazan’, si así puede decirse, a lo largo del tiempo histórico) bajo las cuales este texto es ‘reconocido’ [...]” (Verón, 1984: 18).
Miller (1997) señala que en la época en que Lacan producía uno o dos textos por año, por el año 1964, nadie los había leído. Fue necesario el interés de los jóvenes filósofos que estaban con él para constituir los “Escritos” como una producción igual de interesante para ellos, como las de Spinoza o Kant. Como señala Foucault (2002b) los discursos son prácticas discontinuas que se cruzan, se yuxtaponen pero que, a veces, también se ignoran o se excluyen.
En el orden de la producción social de conocimientos, la distancia entre ésta y el proceso de reconocimiento, puede ser de decenas de años. De este modo, por un lado, podemos reconstruir una gramática para dar cuenta de sus condiciones de producción pero, por el otro, existirán siempre una serie de gramáticas de reconocimiento asociadas a diferentes momentos históricos en los cuales un texto ha producido efectos y que son visibles bajo la forma de otros textos con respecto a los cuales el primero fue, a su vez, una condición de producción. El proceso productivo de Lacan ha sufrido muchos cambios. Podemos decir que éste se presenta articulado cada diez años, etapas en las cuales se puede analizar, como se dijo, sus condiciones de producción en cuanto a sus condiciones teóricas, sociales, políticas, así como biográficas. En ese sentido, vemos cómo el primer Lacan fue condición de producción del segundo y del tercero.
Sin embargo, y en función a lo antedicho, con respecto a las diferentes etapas de la producción de Lacan, resulta pertinente señalar el planteo de Verón (1998) para quien existe un mito ligado al modelo biográfico que reaparece con una regularidad que inspira todo tipo de discusiones epistemológicas sobre la cuestión del pensamiento “verdadero” y la “teoría auténtica” de un fundador de discursividad. Así, para Verón, se ha opuesto el “joven Marx” al “Marx de la madurez” o el intento por olvidar (infructuosamente) o excusar por razones “históricas” al Freud positivista, cientificista y mecanicista como si éste no hubiera sido el descubridor del inconsciente.
En ese sentido, desde cierto discurso universitario respecto de los “grandes maestros“ existe una propensión a pensarlos a partir de un ordenamiento en fases. El Lacan fenomenológicamente hegeliano de la década del 1950, el Lacan estructuralista y el Lacan de la “lógica de lo real”. Para Zizek (1998) estos ordenamientos tienen un efecto tranquilizador, el pensamiento se vuelve más transparente, a partir de la clasificación, pero en esto, plantea, hay una pérdida y ésta es crucial, “es el encuentro con lo Real”. Así, para Zizek, lo que podemos pensar como diversas fases de una producción, en realidad son múltiples intentos de captar, de rodear la “cosa del pensamiento”, que constantemente se aborda, pero que “incesantemente vuelve” (Zizek, 1998: 140).
De este modo, si bien la producción de Lacan, ha sido dividida por muchos autores en tres grandes períodos de producción (Laurent, 1995; Milner, 2003; Miller, 2000) es importante destacar que no necesariamente se debe ubicar la producción lacaniana en compartimentos estancos. Por el contrario, es posible demostrar que, en realidad, no hay “un primer ni un último Lacan”, aunque esto sirva para ubicarlo según su producción de conocimientos; lo que hay es un proceso discursivo en Lacan donde existe una multitud heterogénea de huellas de procedencia diversa, que dan lugar a su discurso. Desde este lugar, por ejemplo, su recuperación del signo peirceano no es más que una parte de un proceso de producción en donde nada desaparece. Por el contrario, Lacan, en permanente trabajo productivo, se contrapone a sí mismo, de una manera que puede explicarse topológicamente a partir de la cinta de Moebius[3], transformándose, como dijimos, sus primeras producciones, en condiciones de producción de las subsiguientes.
Así, cuando se pretende leer a Lacan debemos situarnos en la pregunta: ¿Por qué dice eso en ese momento? Se trata entonces, de interpretar y situar lo dicho y su significación en un contexto y una episteme y no en función de un estudio histórico cronológico de su discurso.
Por ello, decimos que no hay una única lectura de tal pasaje o tal frase de Lacan. Por el contrario, ellas pueden tomar nuevos sentidos con el correr del tiempo. Esto es lo que Lacan dice de sus matemas, y es que estos permiten mil y una lecturas diferentes. (Miller, 1998), es decir, el sentido, nunca es único, ni unidireccional, en tanto es capaz de diversos efectos.
Finalmente, en palabras de Miller: “[...] la enseñanza de Lacan no es un dogmatismo que debe ser leída como una investigación continua y lógica y que al encontrar dificultades debemos cambiar algunas referencias y a través de esto producir efectos de sentido. Nadie puede descansar después de comprender lo que es el objeto a. Se ha de construir una respuesta y dar sus coordenadas”. (Miller, 1998: 95)
Estatuto de los textos, el problema del “autor” y sus consecuencias para un corpus del discurso lacaniano
Todo discurso es un acontecimiento que construye aquello de lo que habla, enfocarlo de esta manera permite identificar los enunciados como acontecimientos discursivos y no como el resultado de condiciones psicológicas, ni como simples configuraciones lingüísticas (Foucault, 2002b).
En este sentido, hay una especie de nivelación entre los discursos: los discursos que “se dicen” en el curso de los días y de las conversaciones, y que desaparecen con el acto mismo que los ha pronunciado; y los discursos que están en el origen de cierto numero de actos nuevos de palabras que los reanudan, los transforman o hablan de ello, es decir, discursos que, “mas allá de su formulación, son dichos, permanecen dichos, y están todavía por decir” (Foucault, 2002b: 26).
La producción lacaniana comprende una serie de textos que abarcan varios artículos, escritos institucionales, notas, intervenciones y otros desarrollos de variada procedencia, además de la transcripción de sus seminarios, que demuestran lo que Foucault (2002a) plantea respecto a la “obra” como operación crítica, pues no hay de antemano, excepto por estas arbitrarias operaciones, una obra y un autor, sino intertextualidades e interdiscursividades que la constituyen. En efecto, el conjunto textual lacaniano presenta y exhibe la dificultad planteada por Foucault en cuanto a la imposibilidad de definir una obra (Foucault, 1998). En ese sentido, por ejemplo, los textos publicados han sido, en general, disertaciones o clases, incluso muchas de éstas han sido publicadas después de su muerte y aún existen bastantes, sin publicar. Es el caso de los seminarios que Lacan dictaba cada año a lo largo de veintisiete, habiéndose publicado hasta el momento sólo algunos. Sin embargo, ese carácter vacilante de la obra, que supone cierto número de elecciones no impide que podamos realizar operaciones de análisis y que podamos diferenciar un autor de otro (Foucault, 2002a).
Es por ello, que este conjunto de textos le otorgan a Lacan, en términos foucaultianos (1998), el estatuto de “autor”, en tanto principio de agrupación discursiva, unidad y origen de sus significaciones. Así, Lacan al escribir, al disertar, dar clase en sus seminarios o expresarse en reportajes, lo escrito y lo no escrito (escritos por otros, en versiones estenográficas), ha dado lugar a lo que, a partir de una operación crítica, se reconoce como su “obra”, y es este conjunto textual, que circula en términos de discurso, que ha adquirido la legitimidad que le confiere el ser material de estudio y formación de generaciones de analistas, pese a las controversias que se han suscitado en torno a quien fuera elegido por Lacan como único responsable de la edición de sus comunicaciones orales, es decir, J.A. Miller.
Lacan, ¿fundador de discursividad?
Ahora bien, surge aquí la pregunta de si es posible, considerar a Lacan un fundador de discursividad, teniendo en cuenta la existencia previa de la formación discursiva psicoanalítica a partir de su iniciador, Sigmund Freud.
Foucault sostiene que en el siglo XIX, Europa produjo un tipo de autor particular que no debe ser confundido con los "grandes" autores literarios, o los autores de textos religiosos canónicos y los fundadores de las ciencias. Este tipo de autores pueden ser llamados "fundadores de discursividad" (Foucault, 1998:53)
La particularidad de estos autores es que produjeron no sólo su propia obra, sino también la posibilidad y las reglas de formación de otros textos. Es el caso de Freud o Marx, quienes establecieron una “posibilidad indefinida de discurso” (Foucault, 1998:53).
De este modo, autores como los mencionados, en tanto "instauradores de discursividad", no sólo hicieron posible determinada cantidad de analogías que podrán ser adoptadas por textos futuros, sino que también, hicieron posible un cierto número de diferencias. Es decir, posibilitaron un espacio para la introducción de elementos ajenos a ellos, que, a su vez, permanecen dentro del campo del discurso que ellos iniciaron.
“Decir que Freud fundó el psicoanálisis no quiere decir (no quiere simplemente decir) que volvemos a hallar el concepto de libido, o la técnica de análisis de los sueños en Abraham o Melanie Klein, quiere decir que Freud hizo posibles un determinado número de diferencias con relación a sus textos, a sus conceptos, a sus hipótesis que dependen todas ellas del mismo discurso psicoanalítico. (Foucault, 1998:54)
Foucault también sostiene que, a nivel superficial, la iniciación de prácticas discursivas podría ser parecida a la fundación de cualquier empresa científica, aunque existe una diferencia fundamental y es que en un programa científico, el acto fundacional es tan importante como sus futuras transformaciones. En el desarrollo futuro de una ciencia, el acto fundacional no es más que una única instancia de un fenómeno más general.
Por su parte, la iniciación de una práctica discursiva es heterogénea con respecto a sus transformaciones posteriores. En este sentido, la práctica psicoanalítica y sus postulados teóricos tal como fuera iniciada por Lacan, han sufrido modificaciones pero esto no implica que se trate de afirmaciones falsas. Por el contrario, se trata de grupos de proposiciones o afirmaciones a las que se les reconoce un valor inaugural y que revelan otros conceptos o teorías como derivados. Son afirmaciones consideradas inesenciales o "prehistóricas", por estar asociadas con otros discursos, y muchas veces terminan siendo simplemente ignoradas en favor de los aspectos más pertinentes de su producción. Esto es, a nuestro entender, lo que sucede con el discurso de Lacan quien teniendo entre sus condiciones de posibilidad a varios otros discursos, le imprime al suyo un determinado número de signos propios (Foucault, 1998) que lo referencian y diferencian, pese a que a lo largo de su producción haya ido reformulando sus postulados.
De este modo, la instauración discursiva, a diferencia de la fundación de una ciencia, eclipsa y está desligada de sus desarrollos y transformaciones posteriores, “permanece necesariamente detrás o en suspenso” (Foucault, 1998: 56).
Para Verón (1998), si bien algunos textos, poseen una función fundadora para una determinada discursividad, y esta discursividad responde a una regulación inconsciente de producir determinados discursos, ya que habría elementos en los mismos que dan cuenta de una relación particular con el mundo, no existe un verdadero rostro de un fundador para una determinada discursividad, este supuesto rostro que se encontraría en algún lugar de su obra, no sería más que una reducción a un solo aspecto o momento de la vida de ese sujeto. Esto es porque la noción de fundación pertenece a un proceso productivo que atraviesa los sujetos de la historia. Por ello, para Verón, en realidad, una fundación no tendría fundador, ya que el o los sujetos concretos históricos que allí intervienen, son atravesados por el tejido intertextual que tiene la forma de un tejido extremadamente complejo de conjuntos discursivos múltiples, en el que se sumerge el sujeto enunciador del texto de fundación y que en definitiva, no es más que un sujeto que re- conoce.
Estos procesos de fundación tienen que ver con procesos recurrentes en el interior de una práctica de producción de conocimientos. El legitimar su especificidad implica buscarla en la economía de las relaciones de producción y reconocimiento. En ese sentido, la localización histórica de una fundación es un producto del proceso de reconocimiento. Este reconocimiento es siempre la identificación de un cierto texto o conjunto de textos, para reconocer que es allí donde se produjo algo. De aquí se derivan tres supuestos: la fundación es pasible de ser fechada, puede ser situada en un lugar preciso (un texto) en el que se identifica un descubrimiento o la producción de un concepto nuevo y puede ser ligada a un sujeto o autor (Verón,1998).
Continuando con Verón, podríamos considerar cierto conjunto de textos freudianos[4] como la primera fundación del psicoanálisis, que es, a su vez, condición de producción del discurso lacaniano. Por ello, decimos que este discurso es impensable sin el discurso fundador de Freud y, es desde este lugar, que las condiciones de producción del discurso lacaniano han funcionado como efecto de reconocimiento de esta fundación. Sin embargo, también es posible reconocer ciertos textos como fundadores de la discursividad lacaniana, textos de fundación que ocupan una posición particular dentro de la red de este discurso.
En este sentido, la hipótesis de Verón es que los textos de fundación ocupan una posición particular en el interior de una red interdiscursiva. Esta posición está caracterizada por una distancia máxima entre la producción y el reconocimiento. Esta distancia concierne a la relación existente entre las relaciones de producción y determinado texto de referencia y las de reconocimiento y ese texto.
De este modo, “Función y Campo de la Palabra y el Lenguaje” (1953) reuniría las características de ser un texto cuya relación entre su relación con las condiciones de producción y su relación con las condiciones de reconocimiento, presenta, al decir de Verón (1998), un desajuste máximo, por lo tanto podemos reconocerle un estatuto, un lugar de fundación. Esta relación no concierne a la relación de ese discurso con los discursos que formaron parte de sus condiciones de producción, sino que concierne a la relación entre las relaciones y ha producido a posteriori un efecto de reconocimiento.
Así, Lacan en ocasión de la reedición de sus Escritos en 1966, en una pequeña introducción titulada “Del sujeto por fin cuestionado” reconoce a su artículo “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis” como el momento en que comienza su “enseñanza”[5]. Esto para Lacan, marca el inicio de la misma, que no es con relación a la lingüística ni al estructuralismo sino, como señala Miller (1997), a la consideración del sujeto.
Por ello, podemos decir que la publicación de sus Escritos, no constituye una simple recopilación de artículos, sino una escritura en el sentido de una inscripción original. Esta inscripción en palabras de Elizabeth Roudinesco (2004), toma para Lacan el “aspecto de un acontecimiento fundador”.
A modo de conclusión
Asumir el discurso de Lacan como proceso, permite definir la posición en la que deberíamos ubicarnos para el análisis del mismo. Desde allí es posible operar para reconocer y hacer evidentes las condiciones productivas en torno al mismo, sus formas de decibilidad, sus dominios discursivos, sus vinculaciones con otros dominios y cómo se apropia Lacan de aquellos enunciados y conceptos que devinieron en sus proposiciones.
En ese sentido, hemos planteado como importante no reducir las condiciones de posibilidad de este discurso a meros aspectos biográficos en tanto y en cuanto adherimos a la idea de no considerar a éstos como un nivel pertinente a un análisis de las condiciones productivas de un discurso. Para ello, rescatamos la posición expresa de Verón quien deja en claro que habiendo varios tipos de análisis, cada uno de los cuales configura qué es lo pertinente de ser analizado; el sujeto, en sentido particular, no lo es a un análisis de condiciones de producción. Esta posición resulta compatible con la de Foucault, para quien las formaciones discursivas de una episteme –como el psicoanálisis– suponen posiciones de sujetos y objetos de discurso, que se configuran por el orden del discurso como red de condiciones de posibilidad, de emergencia y de existencia.
Por ello en este trabajo aparece una cuestión a problematizar y es la referida a considerar, o no, el discurso lacaniano como discurso fundador, y en ese sentido, fue imposible desconocer el retorno emprendido por Lacan a Freud. No obstante, creemos que este retorno, lejos de ser una re-fundación, que implicaría la recuperación de algo olvidado o incluso desvirtuado (por ejemplo, las escuelas post-freudianas), no invalida reconocer este discurso como fundador de discursividad. Decimos esto y en términos foucaultianos, desde el momento en que dicho discurso hizo posible determinada cantidad de analogías que son adoptadas por otros discursos, en términos de reconocimiento y recuperación, pero además, un cierto número de diferencias.
Por otro lado, es este discurso que ha posibilitado un espacio para la introducción de elementos ajenos al mismo que, a su vez, permanecen dentro del campo discursivo que ellos iniciaron como, por ejemplo, las nociones y conceptos provenientes de la lingüística, la filosofía, la semiótica, la matemática, etc.
A su vez, hemos reconocido un determinado texto con función fundadora para la discursividad lacaniana, en tanto se considera, en términos de Verón, que es allí donde se produjo algo. Este texto “Función y Campo de la Palabra y el Lenguaje” (1953) que como dice Verón, puede ser fechado, situado y ligado a su autor, es el que el mismo Lacan reconoce como el texto a partir del cual “comienza su enseñanza”.
Planteamos también, un Lacan que se supera a si mismo, sin por ello suponer que una producción destierra a la otra. Por el contrario, sostenemos la idea de que muchas de las elaboraciones más avanzadas ya estaban presentes como esbozos en los primeros momentos, como así también, elaboraciones que Lacan jamás abandonará.
De este modo, concluimos que si bien la producción de Lacan, ha sido dividida por muchos autores en tres grandes periodos, no necesariamente debemos ubicar la producción lacaniana en compartimentos estancos o tiempos, por el contrario, es posible demostrar que, en realidad, no hay “un primer ni un último Lacan”, aunque este recurso pueda servir para ubicarlo históricamente, según su producción de conocimientos. En cualquier caso, lo que sí encontramos es un Lacan como condición de producción de una discursividad que lleva su nombre.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
1. Angenot, M., (1998) Interdiscursividades. De hegemonías y disidencias, Córdoba, Editorial Universidad Nacional de Córdoba.
2. Evans, D., (1997) Diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano, Buenos Aires, Paidós.
3. Foucault, M., (1998) “¿Qué es un autor?”. En Litoral, 1998, n° 25/26, Edelp, Córdoba.
4. Foucault, M., (2002a) La arqueología del saber, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores.
5. Foucault, M., (2002b) El orden del discurso, Barcelona, Fábula Tusquets Editores.
6. Genette, G., (1989) Palimpsestos. La literatura en segundo grado, Madrid, Taurus
7. Lacan, J., (1973-74) Seminario 21 “Los desengañados se engañan o los nombres del padre”, inédito (Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires por Irene M. Agoff de Ramos. Revisión Técnica: Evaristo Ramos).
8. Lacan, J., (1988 [1953]), “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” en Escritos 1, Buenos Aires, Siglo veintiuno editores.
9. Laurent, E., (1995) Estabilizaciones en las psicosis, Buenos Aires, Manantial.
10. Miller, J.A., (1997) Introducción al método psicoanalítico, Buenos Aires, Paidós.
11. Miller, J.A., (2000) El lenguaje, aparato del goce, Buenos Aires, Colección Diva.
12. Milner, J.C., (2003) El periplo estructural. Figuras y paradigmas, Buenos Aires, Amorrortu editores.
13. Miller, J.A., (1998) Los signos del goce, Buenos Aires, Paidós.
14. Rifflet-Lemaire, A., (1971) Lacan, Barcelona, Edhasa.
15. Roudinesco, E.,(2004) Lacan. Esbozo de una vida, historia de un sistema de pensamiento, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
16. Verón, E. (1998) La semiosis social, fragmentos de una teoría de la discursividad, Barcelona, Editorial Gedisa.
17. Verón, E (1984) “Semiosis de lo ideológico y del poder”. En Espacios, 1984, n° 1
18. ZIZEK, S., (1998) Porqué no saben lo que hacen. El goce como un factor político. Buenos Aires, Paidós.
Mariana Gómez
Mgter. en Sociosemiótica
Dra. en Semiótica
Becaria Secyt UNC
Prof. Adjunta e investigadora de la Facultad de Psicología de la UNC
Miembro del Centro de Investigaciones y Estudios Clínicos CIEC. Instituto del Campo Freudiano.
margo@ffyh.unc.edu.ar
[1] Una formación discursiva, para Foucault, es “un conjunto de reglas anónimas, históricas, siempre determinadas en el tiempo y en el espacio, que han definido en una época dada, y para un área social, económica, geográfica o lingüística dada, las condiciones de ejercicio de la función enunciativa” (Foucault, 2002b: 153,154)
[2] En el sentido en el que Foucault plantea el concepto en Arqueología del saber, donde define el nivel de la descripción arqueológica de la episteme a partir del concepto de formación discursiva y considera a la misma como un campo inagotable y móvil de escansiones, de corrimientos, de coincidencias que se establecen y se deshacen, que no puede darse por cerrado y cuya finalidad no es reconstruir el sistema de postulados, sino recorrer un campo indefinido de relaciones.
[3] Cinta de Moebius: objeto topológico que Lacan introduce en la teoría psicoanalítica y que consiste en una banda o cinta unida por sus extremos, previo giro en uno de ellos. Se produce así, un objeto en donde la cara externa y la interna aparecen en continuidad y en una línea sin fin. Lacan utiliza esta cinta para graficar al inconsciente.
[4] Por ejemplo, Estudios sobre la histeria (1989).
[5] Lacan prefirió siempre referirse a su producción teórica como “enseñanza”, como se puede observar a lo largo de sus textos.
[2] En el sentido en el que Foucault plantea el concepto en Arqueología del saber, donde define el nivel de la descripción arqueológica de la episteme a partir del concepto de formación discursiva y considera a la misma como un campo inagotable y móvil de escansiones, de corrimientos, de coincidencias que se establecen y se deshacen, que no puede darse por cerrado y cuya finalidad no es reconstruir el sistema de postulados, sino recorrer un campo indefinido de relaciones.
[3] Cinta de Moebius: objeto topológico que Lacan introduce en la teoría psicoanalítica y que consiste en una banda o cinta unida por sus extremos, previo giro en uno de ellos. Se produce así, un objeto en donde la cara externa y la interna aparecen en continuidad y en una línea sin fin. Lacan utiliza esta cinta para graficar al inconsciente.
[4] Por ejemplo, Estudios sobre la histeria (1989).
[5] Lacan prefirió siempre referirse a su producción teórica como “enseñanza”, como se puede observar a lo largo de sus textos.